Por Alexis Poet
Viernes, 4 de septiembre de 2020
No es novedad que la inflación es un problema desde hace muchos años en la Argentina. Hubo dos planes que lograron combatirla con diferente éxito. El primero, el Plan Austral, solo logró controlarla unos meses, el segundo, el plan de convertibilidad, lo hizo por una década. Sin embargo, el primer plan de referencia sí tenía el objetivo de atacar a la inflación, era un plan de estabilización de carácter heterodoxo. Por otra parte, el plan de convertibilidad, tenía otro objetivo. No era un plan de estabilización, sino de crecimiento. En el Plan Austral, el diagnóstico se basaba en que existía una inercia inflacionaria, eso llevó a tomar un conjunto de medidas heterodoxas para controlar la inflación. Un nuevo signo monetario, el congelamiento de precios y salarios y una tabla de corrección de tasas nominales de interés que afectaba a contratos financieros, fueron las medidas adoptadas. En el caso de la Convertibilidad, el diagnóstico fue muy diferente, los hacedores de política económica estaban convencidos que era necesario generar un crecimiento económico sostenido y mejorar el nivel de vida de la gente. La estabilidad económica, venía de la mano con el crecimiento a largo plazo. Pero para que ello suceda, debían realizarse reformas estructurales que representaron cambios sustanciales en la dinámica argentina. Reforma del Estado y liberalización del comercio fueron algunos de los puntos centrales de la reforma. Si bien la Argentina sufre la inflación hace décadas, en los últimos tiempos (más de veinte años), teóricos y hacedores de política económica, no ven el problema de la inflación como un objetivo aislado, sino que lo integran a los objetivos de crecimiento. Es decir, la estabilidad y el crecimiento como puntapié de un conjunto de políticas que lleven a una mejor calidad de vida para la sociedad.
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